Episodio 4. Cómo vencer la resistencia y dejar de procrastinar

 
 
 
 
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Foto: Simon Ratzinger

¿Qué es la procrastinación?

Estás a punto de empezar algo, pero “mejor mañana”. O al otro. ¿Quieres saber qué te frena? La Resistencia. ¿Qué puedes hacer con la procrastinación?

La Resistencia es el conjunto de dudas, inseguridades y miedos que nos impiden hacer lo que queremos hacer.

Steven Pressfield

Cuando buscas “algo” que te haga sentir mejor…

En abril retomé los cursos para empresas. En algún momento del día,  en todos los grupos, suele salir la pregunta: “Oye, ¿cómo empezaste tú con todo esto?” Se refieren a la Técnica Alexander y a todo lo demás.

Yo empecé con esto no porque me doliera la espalda o el cuerpo - que es lo más normal. No. A mí lo que me dolía era el alma. Me sentía mal. Estaba completamente desconectada. Mi cabeza era una olla a presión y de garganta para abajo no sentía nada. Buscaba “algo” para conectarme de nuevo.

Yo sabía que la Técnica Alexander existía y sabía algo de ella: había probado una vez y me había gustado. Aún así, tardé 2 años en llamar. ¡Fue increíble! ¡Salí de la primera clase totalmente enamorada! Qué subidón! ¡Qué aterrizaje! ¡Qué sensación de reencuentro! ¡Justo lo que quería!

En esa clase me enseñaron cómo practicar en casa.

¿Crees que lo hice? ¡No!

… Lo encuentras y te resistes a hacerlo


Cada semana volvía  a clase y según entraba por la puerta decía: “Ay, no me he podido tumbar”; “es que me estoy mudando”; “es que todavía tengo la habitación llena de cajas”; “es que he estado de viaje”; “bueno, tengo mucho lío en el trabajo”.

Mi profesora era una mujer muy británica; con un humor 100% británico. A la cuarta semana, sin darme tiempo a abrir la boca, me preguntó:

“Y bien, querida, ¿cuál es la excusa de hoy?”

¿Paradójico, absurdo, incongruente? Sí.


Hablemos de la resistencia

Eso es la resistencia. La resistencia es una fuerza sutil y testaruda que tira de mí en dirección contraria cuando me propongo hacer algo.

Especialmente, algo que me viene bien.

Me la imagino como una pared de cristal o como un hilo de acero.

Cuando estoy a punto de ponerme manos a la obra aparece como una encantadora de serpientes intentando seducirme para que no lo haga.

Me seduce con preguntas o se disfraza de sensatez y lógica:

“A ver. Y si… ¿Y si este no fuera el momento?  ¿Y si espero a estar más tranquila, a tener más tiempo, a ahorrar un poquito? ¿Y si no me gusta? ¿Será más de lo mismo? ¿Podría hacerlo sola?

¡ Ahí casi me tiene ganada la batalla y consigue sentarme en el sillón!

Otra de sus estrategias favoritas es poner la resistencia fuera. Como si fuera el universo el que se opone a que yo no me ponga a grabar este podcast o a escribir ese correo que se me hace bola.

Llevamos toda la vida juntas y aún me cuesta reconocerla, pero le voy pillando el truquillo. Lleva tiempo pillarle el punto y distinguir la sensatez del muermo y del miedo…

¿Del miedo, a qué?

Me da que la resistencia es una fuerza universal, como la gravedad. Todo lo que existe se topa, de un modo u otro, con ella.

Dicho así, la resistencia parece un fastidio. Un abandono. Una puñeta que me asalta cuando estoy a punto de llegar a mi destino. Pero a veces la resistencia es un favor que me hago o que me hace la vida. Un guiño: “Por ahí, no”.

La gracia está en discernir cuándo la resistencia viene de fuera y cuándo viene de dentro. Cuando es la vida lanzando una señal: “por ahí no” y cuando soy yo lanzando la señal del “por ahí no” con la boca pequeña.

Bien pensado, tampoco sé si es tan importante distinguirlas. En ambos casos lo que puedo hacer es lo mismo: parar, darme tiempo y ser muy, muy honesta conmigo misma. Esto no es fácil. Lleva tiempo y paciencia,  porque a veces el sentido de para qué hago algo sólo se revela con el tiempo.


¿De dónde sale la resistencia?

La resistencia surge, en mí, de una mezcla de emociones

El miedo al cambio

Siempre me acuerdo de una tira de cómic en la que preguntaban: “¿Quién quiere cambios? Yo!!!” (Clamoroso, todas las manos arriba). “¿Quién quiere cambiar? Nop”. (Clamoroso, todas las manos abajo). Así es la cosa.

¿Cuántas veces me he esforzado para sentirme mejor, para averiguar qué me pasaba, para informarme, para hablar con especialistas... y cuando llega el momento en el que me ponen la “solución” en bandeja - un teléfono, un contacto, una explicación, una medicina, un ejercicio-... ¡ Y voilá! Me desinflo, me escaqueo, digo “Gracias, gracias, llamaré”.... Y nada.

“Mañana. No tengo dinero. No es buen momento. ¿Y si no funciona?”

La vergüenza

La resistencia tiene también mucho que ver con la vergüenza. Esa sensación de ser pillados en falta y replegarnos rojos por fuera o por dentro sobre nosotros mismos.

La sensación que nace cuando creemos que somos inadecuados y no estamos a la altura. De ser vistos con nuestras faltas, sí; y también con nuestras luces.

Lo de las faltas es más o menos evidente. ¿A quién le gusta que le vean con sus ataques de ira, con un trabajo imperfecto, con una metedura de pata, recién divorciado, recién despedido? A mí, no. Yo también quiero creer que soy perfecta aunque sepa que es imposible. Como tú, como la mayoría.

Pero una vez que le pones cara y nombre al perfeccionismo...

La responsabilidad

Con las luces hay que dar un paso al frente y hacerlas brillar. Siempre está el riesgo de no conseguirlo… Y el de conseguirlo y que nada vuelva a ser igual.

Ese es un momento muy dulce para la resistencia. Hoja en blanco, “mañana”. Concierto “no estoy listo todavía”. Gambazo “paro, ya os lo enseño otro día, cuando lo haya preparado mejor”. Plato en la mesa “no sé qué tal me habrá quedado, porque…”. Presentación “espero no aburriros…”.

La responsabilidad es mi capacidad de responder a esa fuerza, a pesar del miedo, de la pereza, de la vergüenza… Y hacer.

¿Qué pasa con las luces? ¿Te molan, te gustan, está ya todo chupado? No. En mi experiencia nos cuesta más hacernos cargo de las luces.

El miedo a que las cosas vayan bien

Porque parece que el mayor palo es que algo no funcione. Pero creo que no. El mayor palo es que funcione y nada vuelva a ser igual.

Y que cuando eso pase tú te des cuenta de que no has pasado del negro al blanco, del bajón al subidón, sino a un gama de grises en los que conviven por igual la alegría y el miedo, la confianza y la incertidumbre, el éxtasis y el descontrol, el pringarte y el no querer hacerlo.

Todo a la vez. Si, señor. Un cóctel variado como la vida misma.

Empezar.

Dejarme ver.

Conectar de corazón contigo.

Crecer.

O que algunas cosas -como tu dolor- desaparezcan.

¿Qué aparece en el lugar de la enfermedad?

O que esa relación que pensabas imposible empiece a darse, a pesar de todo.

¿Cómo es comprometerse de lleno?

Así que… ¿Cuál es tu excusa de hoy?

Hacerse cargo de las luces - de nuestros dones, de las cosas que hacemos naturalmente bien, de aquello en lo que brillamos aunque no nos lo hayamos currado- no es estar a salvo de cagarla.

¿Qué nos salva de cagarla? Nada.

¿Qué nos salva de vivir? Nada.

¿Qué nos salva de la resistencia? Después de darle muchas vueltas, solo una cosa. Mirarla a la cara, ponerla en palabras, compartirla con alguien que pueda aceptarnos con el pack completo, y cruzarla.

Porque cruzar merece la pena: ¡cruzar es sentirte vivo y seguir cruzando y cruzando… hasta el final!

¿Qué te gustaría hacer en este momento de tu vida? ¿Cuál es tu excusa de hoy?

Con cariño,

María

 

¿Empezamos juntos?


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