Episodio 1. ¿Te gusta que te cuenten historias?

 
 
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¿Cuándo fue la última vez que te contaron una historia?

Soy María y esto es Musings, un podcast de experiencias cotidianas mías y vuestras: bibliotecas humanas, paseos sonoros y refugios cercanos para que encuentres el camino de vuelta hacia ti mismo.

“No hay verdades, sólo historias para ser contadas”, Glennon Doyle

Vaya por delante que odio el cotilleo

Crecí en un sitio pequeño. Ya de niña me ponía de los nervios el  “¿Y tú de quién eres, guapa?” “De nadie, señora”; esto era lo que pensaba. “Soy la nieta de Flores, el carpintero”; y esto. lo que decía. Recuerdo perfectamente las dos voces: la de dentro y la de fuera.

Usaba a mi abuelo para acabar rápido, evitar más preguntas y salir corriendo. Me gustaba tan poco como a él ser encasillada. Por alguna razón, a la gente no le daba por preguntar más. No sé si gracias a Dios, o gracias a mi abuelo.


A Flores le gustaba contarme historias. No era muy niñero y vivía muy a gusto en su mundo, así que cuando salía de él yo era toda oídos. Sus historias eran cortas, realistas y venían a cuento. No eran historias para aligerar la memoria. Si acaso, para ordenarse o para dejarme alguna que otra perla, como quien no quiere la cosa.


A Flores no le gustaba dar sermones. “¿Quieres saber lo que opino?” “No”. Y ahí terminaba la cosa. Pero sí le respondía “Claro que quiero, para eso te he preguntado” , entonces lo soltaba dejando muy claro que era su opinión y nada más: “Ahora tú haces lo que creas conveniente”. Para mí, era un espacio de libertad.

Según te lo cuento me doy cuenta de hasta qué punto todo ello está presente en mí también.

Todas sus historias las tengo ligadas a una sensación

Recuerdo el olor a humedad de la pila donde se lavaba las manos; las moscas zumbando en el patio; el picor de la alfalfa; el aire dándome en la cara cuando me llevaba con él en la moto. También su manera de sostenerse la cabeza mientras se preguntaba si él tenía derecho o no a contar sus memorias, porque al contarlas “también contaba la historia de otra gente”.

Es quizás por esa unión entre sus historias, mis sensaciones y lo que me hacía sentir que sus palabras siguen hoy conmigo.

Y aunque yo no soy Flores, sus historias tienen mucho que ver conmigo y me sirven.


Al final, Flores escribió sus memorias, que empiezan así: “Soy Florentino de Marcos Encinas, el mayor de 8 hermanos” … Y durante unos cientos de páginas un hombre que apenas fue al colegio dejó escrita su historia. Que es la historia de un hombre hecho así mismo, pese a todo: pese a la pobreza; a la guerra; a la dureza… O quizás gracias a todo ello.

Para mí, la suya es la historia de alguien que supo conocerse y ser quien era aceptando ambas cosas: sus límites y su libertad. “Lo que no te guste y aún así lo tengas que hacer, hazlo con gusto para que al menos sea tu elección”.

No hace falta que te diga que quiero a este hombre con locura. Y que estoy orgullosa de ser su nieta. Y que me habría encantado preguntarle hoy día qué preguntas se hacía él, qué se decía a sí mismo … Pero ya no soy una niña y él tendría ahora 115 años.

La verdad es que en estos momentos en los que estoy cerrando y abriendo capítulos importantes de mi vida y me siento vulnerable, sus historias me envuelven y me acompañan. Mi gran lección de ahora tiene mucho que ver con la suya de entonces:

El coraje de ser yo misma

Estos últimos meses he pasado mucho tiempo sola, cuestionándome casi todo. ¿Quién soy? ¿Qué hago? ¿Para qué lo hago? ¿Desde dónde lo hago? ¿Qué quiero hacer de aquí en adelante? ¿Cómo puedo ser útil? ¿Qué puedo sostener sin volverme loca?

… Probablemente a Flores la vida no le dio para preguntarse tanto. O sí. ¿Quién sabe lo que pensaba en su taller o en sus trajines por el campo?

Me hacía falta estar sola. Durante los últimos 4 años había puesto casi toda mi energía - fines de semana incluidos- en un proyecto que no era mío y terminó abruptamente. Se veía venir, pero yo no tenía ganas de que pasara porque sabía que “lo mío” - lo que había sido mío hasta entonces- también se me había quedado también pequeño. Mis clases de Técnica Alexander eran eso y mucho más que eso. La magia estaba en el “eso” y yo lo trataba como algo “accidental”.

¿Qué era “eso”, qué nombre le daba, dónde encajaba?

Esta pregunta me importaba mucho más a mí que a vosotros, claro está. Para vosotros, como clientes, lo importante es que se daba; y punto. Vuestro entusiasmo me ayudó mucho a perseverar. Pero dentro de mí yo sentía mucha tensión: un tira y afloja entre la ortodoxa - la que se siente segura y ahogada siguiendo la norma - y la heterodoxa - la que se siente libre y asustada adentrándose en territorio comanche-.

Finalmente, la heterodoxa venía empujándome fuerte para encontrar mi propio lugar más allá de las técnicas. Un lugar en el que puedo decir, tranquilamente: “Ahora soy así y esto es lo que puedo hacer desde aquí”..

Es muy curioso, pero en los últimos meses el 80% de vosotros ha venido a clase con la el mismo tema que yo me traía entre manos: “¿Cómo puedo seguir la norma y hacer lo mío?” Podéis echar un vistazo a las historias de J. F. L. y A. porque, al fin y al cabo, las cuatro hablan de lo mismo: el coraje de ser tu mismo y dejarte ver. Así puedes ver cómo este tema se expresa a través de cada uno de nosotros.

Hacer lo de uno, cuesta

Encontrar un criterio propio dentro de nosotros, con tanto ruido alrededor, cuesta un huevo. En un mundo lleno de expertos, cuesta aún más. Tienes que estar muy bien plantada.

Expresarlo, también se las trae. Y hacerlo con humildad y sin montar el show, ya… ¡Es el no-va-más!… Y reconocer que da miedo y compartirlo con otros sin pretender que todo es una fachada happy flower en Instagram o Facebook… ¡Ejem!

Pero, una vez que estás ahí, qué gusto da poder decir lo que hay, sin más: “Soy María de Marcos. Soy una buscadora nata. Soy valiente y tengo miedo. Y esto es lo que hago”.

¿Quieres saber lo que hago yo en cualquier circunstancia, aunque no me paguen por ello?

Algo que me resulte interesante y sea nuevo. Algo que me rete dentro de unos límites de seguridad - y control. ¿Cómo elijo? Por intuición: el cuerpo se expande y allá voy. Viajar siempre, por dentro y por fuera. Ayudar a otros en lo que se me da bien: aclarar, dar ideas, poner en marcha, movilizar. Y buscar mi ritmo… Sobre todo, buscar.

¿Quieres saber cómo quiero vivir cada día?

Ligera y en paz. Me gusta quedarme en los sitios mientras me siento libre. Para quedarme necesito tres cosas: sentirme reconocida, sentirme querida y sentir el compromiso de ambos, tuyo y mío.

Ahora mismo me tatuaría el “enchufarme a la alegría”. Quiero encontrar muchos momentos para estar-en-el-amor.

Y hoy, ¿qué estoy haciendo hoy?

Trabajar. Lo que me pide el cuerpo es irme a dar un paseo al sol y escuchar el agua. Y lo haré, más tarde.. Ahora toca dar un paso al frente y estar ahí, para mí y para ti: hacer mi lista del día, enfocarme, cumplirla porque tiene un propósito y ese propósito me importa lo suficiente como para quedarme:

  • Dar un paso al frente por mí y por mi manera de entender la vida.

  • Construir una estructura, sólida y ligera que vaya conmigo.

  • Salir al mundo y ser de ayuda.

Así que en las próximas semanas iremos hablando del miedo y la valentía, de la resistencia y la perseverancia, del coraje, de la alegría, del amor, del propósito, del criterio propio, de vivir tu vida y seguir las normas de tu corazón. De la sencillez….

…y de la inspiración que se encuentra en las historias compartidas para escribir la tuya.

 

Me encantará escucharte


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